Mateo tiene cinco años. Le encantan los cuentos, se divierte mirándolos y jugando con ellos, le gusta mucho que le lean, le cuenten historias y le den mimos antes de dormirse. Desde muy chiquitín, le encanta jugar a escribir en una pizarra las palabras que su mamá y su papá le dicen, le gusta jugar con las letras, las palabras y los números, pero ahora que en su cole quieren que lea, Mateo no quiere leer.
Su maestra les ha dicho a mamá y a papá que está preocupada porque Mateo no lee, cuando muchos de sus compañeros y compañeras de la escuela infantil ya lo hacen y que es muy importante que este verano aprenda. Así, cuando empiece la primaria ya sabrá hacerlo y no irá retrasado. Hasta les ha recomendado una actividad de verano para que no pierda tiempo y trabaje[i] la lectura, pero su madre no tiene nada claro que esto sea lo mejor para Mateo y sus ganas de leer.
Yo le conté que mi amiga Bego Álvarez Moratinos, que es una gran maestra, explicaba el otro día en una conversación en Facebook, que leer es un acto de libertad y que por tanto la lectura no puede imponerse. Daniel Pennac dice en Como una novela, (gracias a Chelo Veiga, por la recomendación lectora), que “el verbo leer no soporta el imperativo” y que debemos practicar la lectura gratuita, la lectura a cambio de nada, la lectura subversiva, como un acto de rebeldía, como leer a escondidas cuando es ya la hora de dormir, con muy poca luz, en la intimidad, tan poca que nadie nos vea, pero suficiente como para poder leer.
Paco Abril cuenta en ese cuento de mayores que es Los dones de los cuentos que “el deseo de leer arraiga con fuerza cuando se vincula a una persona querida”. Cuando se disfruta de la historia, del cuento y del amor de quien te lee, cuando el cuento, el poema, la historia, crea ese vínculo entre quien lee y quien es leído, entonces es cuando “entran ganas de aprender a leer”, entran unas ganas locas e irrefrenables de leer.
Llenad las casas y las aulas de cuentos, ponedlos bien bajitos para que los niños y las niñas los puedan alcanzar, dejadles jugar con los cuentos y los libros, simular que leen, leed y dejad que os vean leer, leed a su lado. Leedles buenos cuentos, dejaos aconsejar por libreras y bibliotecarias, no compréis cualquier cosa. Leedles cuentos y contadles historias, una y otra vez la misma historia y el mismo cuento, aprenderán a escuchar, se relajarán, disfrutarán y les encantará porque la repetición proporciona seguridad, porque ayuda a anticipar, a escuchar, a memorizar, porque hoy descubrirán un detalle, mañana otro y pasado otro nuevo y al cabo del tiempo comprenderán y conocerán mejor su cuento y a quien les lee y, así, un día, cuando puedan, querrán leer. Seguro.
[i] ¿Por qué tendrán algunas maestras y maestros este empeño en hacer trabajar a las criaturas a todas horas? No se han enterado aún de que el trabajo infantil es ilegal…¡Ay!